sábado, 15 de marzo de 2008

SIN AFEITAR NO SE VA A LA MONCLOA

Tuve el infortunio de participar como publicitario en la campaña que aupó a la desgracia que fue en Venezuela Carlos Andrés Pérez. De aquella experiencia salí “adorando” a los políticos y poniéndoles velas a sus madres.
Carlos Andrés Pérez era entonces una persona de tacto gélido e infinitamente feo. Todos los que teníamos que ver con la campaña, aunque no fuera más que participando en los “brains torms” de la publicitaria, tuvimos que informarnos a fondo sobre el arte de cuidar la apariencia de un político en televisión. Informarnos y estudiar. Y participar en cursillos organizados por la Columbia en particular para los cuatro gatos que éramos.
En nuestra España presente, no creo que pueda llegar a La Moncloa alguien con las mejillas cubiertas por una barba de varios días. Cuando Almunia se presentó, se lo dije a mis amigos: “O se afeita o no tiene ninguna posibilidad”.
Lo de Rajoy es, según dicen, peor, porque no puede afeitarse. Siendo así, debería dejarse una barba decente, en vez inspirar repugnancia con lo que parece aspecto descuidado. Si no consigue afeitarse, no se deja barba luenga, se hace la estética, cambia la expresión de sus ojos y deja se relamerse, jamás llegará a La Moncloa.
Entonces, ¿habrá que aguantar por siempre el disparate presente?
Tendríamos que encontrar un Obama o algo parecido. O una Hilary. Pero pronto. Que Ibarreche, Montilla y José Luis Pérez no descansan.

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