Tal como si fuera Jesucristo redivivo, José Luis Rodríguez se empeña en afirmar que todo el que no opine como él es fascista. Tal vez no sea a propósito, aunque me temo que sí, pero usa los mismos argumentos y casi las mismas palabras de Largo Caballero cuando provocaba el estallido de la guerra civil.
A mí no sólo no me gusta Rodríguez, sino que abomino de tener por máxima autoridad, después del Rey, a alguien tan poco capacitado, con tan grandes deficiencias culturales y tan clamorosos defectos personales. Pero fui votante socialista casi hasta hace dos días y han sido el Gal y él los que me han disuadido.
No sólo no soy fascista, sino que ni siquiera milito en ningún partido sea del corte que sea, porque un escritor no puede admitir que alguien le señale cómo ha de pensar. Fui uno de aquellos progres que tanto daño han hecho a nuestra conformación como país progresista y a nuestra calidad, pero rectifiqué a tiempo. Aunque Rodríguez y sus ministros de propaganda se empeñen en decir que yo soy fascista por despreciar profundamente su política, yo sólo soy un tío que se toma la molestia de pensar.
jueves, 13 de marzo de 2008
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