lunes, 28 de julio de 2008

LA EDITORA. Relato (continuación)


EL PRINCIPITO ENCANTADITO

Mantenía un soliloquio pero no “con el hombre que siempre iba con Machado”, sino con su propia mismidad imperfecta. Tamborileó el cristal de la mesa con desesperación, pero no lloraría. No podía llorar. Su categoría no se lo permitía. Jamás iba a llorar.
Aunque no le estaba permitido vestir calzas ni jubón, sentíase un príncipe. Le entusiasmaría llevar calzas de lamé plateado, muy apretadas, que marcasen un buen paquete aunque fuese de relleno, pero que pregonasen por todas partes su virilidad, y un jubón de seda cubierto de perlas cuyos caireles y charreteras hicieran que sus hombros parecieran más anchos. Era víctima de un encantamiento. Su cuerpo no era su cuerpo. No se había convertido en sapo ni en un reflejo en un lago, pero eso que sentía no era él. La tétrica bruja había trazado en las nubes un hechizo en el mismo momento de su nacimiento; nada podía contra esa especie maldita de sortilegio que desesperaba tantos momentos de su existencia, que de otro modo debería ser esplendorosa, por sus derechos de pernada, por los privilegios de su nacimiento.
Encaramado en la altura vertiginosa desde donde podía despreciar al mundo a sus anchas, en esa orgullosa roca notaba su poder, el magnífico brillo de su altanería, el vuelo sideral de su importancia, las estrellas que se opacaban y doblegaban para adorarle. Miraba allí abajo al molinero y la hija del mayordomo que estaban a punto de ser llevados al cadalso, pero eso no podía importar ni inquietar a un príncipe, que estaba por encima de todo y de todos. Tenía las armas para salvarlos, porque estaba por encima de la ley y los jueces le obedecían, pero no podía rebajarse a abogar por seres tan insignificantes ni presentar pruebas que los salvasen y reconocer que sus delitos los había cometido obedeciendo sus órdenes. Un príncipe no podía rebajarse a tales nimiedades. Miró también al juglar que, allí abajo, luchaba desesperadamente por sobrevivir a pesar de la picota y los tormentos a que lo había mandado someter. “No es el primer borracho alucinado que se vuelve contra mí por negarle mis favores sexuales”
Sortilegio. Allí arriba, en lo alto del monte pelado, presentía más que veía la estancia de la malvada bruja. Hechicera que le había cambiado el cuerpo. Miró a su adorada, ensimismada no muy lejos, en la estancia vecina. Su ingenuidad. Su inocencia. Su dulzura meiga. Su ignorancia de los asuntos del reino, bendita ignorancia. Esa amada adorada y reverenciada no distinguía su izquierda de su derecha, era estulta, atolondrada, torpe, disparatada y quedaba en evidencia en todos los saraos. Era incapaz de cualquier cosa que superase las capacidades de un niño de seis años, le causaba muchos perjuicios por su estupidez, pero las amaba. Era incapaz de escribir una O con un canuto de caña perfectamente redondo Pero… ¿Para qué necesitaba ella saber algo, si él iba a convertirla en princesa algún día? Surtidores de estrellas bailaban en el aire de su presentida y nunca alcanzada felicidad futura, con un único agujero negro, el del hechizo terrible pero que algún día conseguiría romper. Aunque nadie había podido hacerlo nunca. ¿Tendría que sufrir el robo de su cuerpo por toda la eternidad?
Miró hacia abajo, hacia el rincón donde permanecía de rodillas, cara a la pared, el trovador que había sido el más famoso del castillo. El insolente, había osado pedir un sueldo y por eso lo había castigado a dejar de tener techo y comida. Llevaba un mes sin comer y lamentándose con versos cada vez más triste, pero no iba a conmoverse. Que se muriera, por impertinente.
Dado que jamás podría vencer a la bruja, romper el sortilegio, deshacer el hechizo y recuperar su cuerpo, iba a imponer sus reglas. El honor, la verdad y la justicia no serían nada. Su imperio sería el del abuso, la arbitrariedad, la horca, la picota y la esclavitud. La maldad, la crueldad, el tormento, la impiedad y el latrocinio debían prevalecer y serían para siempre la enseña de su soberanía.
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4 comentarios:

María Vicenta dijo...

Yo no pienso de que usted pueda aceptar el consejo de ser paziente, pasándolo tan mal como usted lo está pasándolo por culpa de esa tiparraca. Lo que yo lo pido es que sea firme como el faro de Hércules y no se achique. Mi marido y yo hemos leido cinco novelas suyas de verdad de verdad y él comentó que pocos novelistas actuales pudeden competir con usted; él sabe lo que se dice, porque también ha publicado libros y también lo han timado como a usted, aunque a lo mejor no tanto ni la misma editorial. Él pobriño ya no puede escribir mucho, pero todavía le quedaría algún dinero que cobrar si le pagaran. Por eso, le pido que aguante y le gane de mano a esa… no se no como decirle. Se lo agredecrían todos los esc ritores.
Por qué no hace usted como he visto que hacen en otros países. Con una pancarta muy grande donde lo cuente todo, debe usted ponerse delante de la puerta de esa estafadora; seguro que ella no llamará a la policía, porque se la llevarían a ella seguramente. Siga adelante, que aliento de sus seguidores no va a faltarle. Sus letores deberíamos de ponernos de acuerdo denunciar coletivamente a esa mamarracha.

Anónimo dijo...

Conociéndote, no creo que leas estos comentarios, pues nunca nos has comentado las magníficas y muy elogiosas críticas que hemos hecho acerca de tu obra; me dicen tus más íntimos que será porque ni te has enterado. Pero si por casualidad leyeras esto, deducirás quién soy si te recuerdo la superrabiosisima discusión sobre los paisajes de Cal Viva que tuvimos en el verano de 1.999, en el edificio de las cortes.
Estoy siguiendo tu drama dia a dia. Por cierto que no sé si te habrás enterado de que “la competencia” publicaron un comentario bastante destacado hablando del caso, pero en vez de editorial Roca, mencionaron a Martínez Roca. Lo tuyo estamos comentandolo mucho entre nosotros y con los conocidos, buscando ideas, a ver si consiguiéramos ayudarte asi porque, de otra manera, ya sabes lo mal que les van las cosas por estos andurriales a tuto il mondo. Te acuerdas de Aranda? Me pidió tu teléfono pero llamamos y nos dijeron que ya no vives allí. (Si por casualidad me lees y has recordado quien soy, que no lo dudo, llámame para actualizar tus datos)
Comenta Aranda que si no lo has pedido todavía, deberías de pedir notarialmente la suspensión de las ventas de los libros que hayas editado con Roca. También, que al tratarse la estafa de 150.000 euros, seguramente el juez aceptaría dictar el embargo cautelar de la editorial.
Si no tienes el teléfono de Aranda, llámame para dártelo, porque dice que tiene más ideas de las cosas que quizás podrías hacer para arruinar a esa delincuenta y, sin embargo, cobrar. Creo que iba a ponerse al hablar con un especialista en derechos de autor de Barcelona; si lo ha hecho ya, a lo mejor tiene más ideas todavía. No dejes de ponerte en contacto con nosotros y no seas tan vergonzoso.

Ciriaco de Paula dijo...

Hew visto que un angtiguo acmirador suyoi, despechado, anda difamándolo y calumniándole. Hay que ver lo melos que son los celos alcoholicos...

Harto dijo...

Melero hipocrita deja de escribir comentarios en tus propios post que se te nota mucho. Aunque a lo mejor maria vicenta es tu verdadera identidad y lo de melero es el seudonimo