miércoles, 1 de octubre de 2008

Adelante DESPUÉS DE LA DESBANDÁ


Maravillosa colaboración de los lectores.

Agradezco no sabéis cuánto los datos y anécdotas que tan abundantemente estáis proporcionándome.
Muchas cuestiones importantes me las han aclarado ya, pero sigo necesitando mucha más información de los años comprendidos entre 1937 y 1947, sucesos sonoros, escándalos sexuales, juicios con gran repercusión, influencias y corrupción, catástrofes naturales, etc.
También necesito el nombre de los obispos de esa época, y si alguien lo conociera, el mes exacto en que Arias Navarro se hizo cargo de la fiscalía.
¿Cuántos encarcelados políticos llegaron a haber en 1937? ¿A cuántos fusilaron?
¿Los asesinatos de la república fueron investigados, por ejemplo en Las Pellejeras?
¿Alguien sabe los nombres de los gobernadores civiles de esa etapa?

Me interesan muchísimo las anécdotas sobre el racionamiento, el estraperlo y el contrabando, tanto en la capital como en la costa (Gibraltar-La Línea Algeciras,-Ronda-Antequera-Málaga). Si alguien se acuerda del precio del pan en 1937 y en 1946, sería útil. ¿Cuánto costaba el cine? Hurtos y asaltos en la calle.Fortunas repentinas Número aproximado de fusilados cada uno de esos años
Prostitución y curas.
Consignaré en los créditos los nombres de quienes me ayuden. Datos, anécdotas, circunstancias políticas de aquellos momentos, etc. Serán muy bienvenidos.

NO COMPRÉIS MIS LIBROS EN LIBRERÍAS, SINO EN INTERNET. La editora de mis cuatro novelas más célebres, una inmoral estafadora y adúltera, se ha apropia ilícitamente de mis derechos de propiedad intelectual y de mis novelas. ES UNA LADRONA. No la enriquezcáis más. Comprad mis libros en www.leer-e.com

Ya estamos organizando la
MARCHA POR LOS DERECHOS DE AUTOR

Varios amigos están ayudándome con la intendencia, para poner en marcha el proyecto de la “Marcha por los derechos de autor”
He comenzados los entrenamientos, con los que estoy descubriendo aspectos ignorados y muy sorprendentes de Madrid. Hoy he caminado un total de cuatro horas. Cansado, pero sé que el cansancio se supera.
Y además, con el convencimiento el irrespeto a los derechos de escritores no puede continuar. Casi ningún autor sabe que lo estafan, aunque todos se extrañan cuando cobran. Pocos acuden a un especialista para que les explique cómo les han estafado.
La Ley de Propiedad Intelectual (sin mecanismos de control) enriquece a las editoras inescrupulosas, pero condena a los autores a la indigencia.
Hace cinco años que la editorial que publicó mis cuatro últimas novelas no me paga mis derechos según las condiciones legales de los contratos, y para no volver a caer en el drama que ya caí el 22 de julio, estoy preparando esta marcha lo más meticulosamente que puedo, emprender
Con esta aventura de ir de Madrid a Barcelona caminando, a ver si consiguiera llamar la atención de los medios hacia mi problema y el de todos los escritores españoles, PORQUE ESPAÑA ES EL ÚNICO PAIS DESARROLLADO DONDE SE TRAPICHEA Y ESTAFA CON LOS DERECHOS DE PROPIEDAD INTELECTUAL.

Si alguien puede aportarme ideas de cómo habría que organizar la marcha, con objeto de recibir alojamiento y comida en las diferentes localidades y poder convocar a los medios, le agradecería su aportación, Escriban a la dirección:
luismelero@luismelero.com

Aquí van las primeras páginas de un cuento del libro CUENTOS DEL AMOR VIRIL que publicaré próximamente:

MIOPE

-¿Roberto? Ven a presidencia. Quieren hablar contigo.
Mientras colgaba el teléfono, Roberto Serfaty advirtió un leve temblor en su mano. Iba a suceder lo que había venido temiendo; era demasiado joven para el cargo y, finalmente, los directivos de la empresa habían decidido volverse atrás de su propia decisión de tres meses antes. La llamada de la secretaria del presidente no podía significar otra cosa. No había dado la talla, su inexperiencia había prevalecido sobre su talento y seguramente iban a destituirle o, peor, despedirle. Por consiguiente, entró en la sala de juntas con ademán resignado.
-Eres el más joven del equipo directivo -dijo el presidente, en el centro de las miradas sarcásticas con que escrutaban a Roberto los demás miembros del consejo-. Y, además, el único soltero.
Conque se trataba de eso. Venezuela era una sociedad condicionada por un machismo formal demasiado acentuado. Inmersos en ese culto a la virilidad militante, sus jefes verían sospechosa su soltería aunque sólo contara veintiséis años, una soltería agravada por el hecho de que él no se mostrara conquistador con sus compañeras de trabajo ni se le conocieran parejas femeninas.
-Eres el único al que podemos dar este encargo -prosiguió el presidente.
Probablemente, iban a mandarle otra vez a la sucursal de Maracaibo, lo que de hecho sería una degradación, puesto que la agencia maracucha apenas tenía relevancia. Ya lo habían hecho al principio, cuando recién llegado de Argentina con menos de cien dólares en el bolsillo, hubiera trabajado incluso de picapedrero, por lo que obtener el empleo de diseñador en la mayor agencia de publicidad de Venezuela le pareció un milagro; pero dos semanas más tarde le ordenaron viajar a la capital petrolera de la Guajira venezolana; alojado en una habitación donde compartía pensión con millares de cucarachas gigantescas, tuvo que trabajar afanosamente para realizar la misión que le habían encomendado, diseñar veinte o treinta anuncios insignificantes al día para el suplemento extraordinario de un periódico local, dedicado a las fiestas de la Virgen de Chiquinquirá. Catorce o quince horas de trabajo diario, durante nueve días sin descanso, parecieron ablandar a la directiva, que una vez publicado el suplemento le llamaron de nuevo a la central de Caracas. A los cuatro días del regreso, le nombraron director de arte para un tercio de las cuentas de la empresa; los otros dos directores de arte, un norteamericano y un español, contaban ambos más de treinta años de edad. Roberto, graduado en bellas artes durante las horas libres que le dejaba el trabajo en la tienda de maletas de su padre, en la plaza Once, nunca había ejercido su título, puesto que a los veintitrés años, cediendo a un impulso, respondió la llamada de Sión y pasó más de dos años en un kibbutz al norte de Jerusalén. Vuelto a Buenos Aires a punto de cumplir los veintiséis, descubrió que bajo la dictadura militar no corrían buenos aires para las judíos; su padre se había arruinado. Emigró a Venezuela encandilado por las exageraciones de dos de sus amigos, emigrados tiempo atrás, quienes se jactaban de cambiar de coche, de modelo norteamericano, cada seis meses. Veintiséis años e inexperto.
-Como sabes, Buchanan's es nuestro principal cliente -prosigió el presidente-. A pesar de ser una empresa tan grande, sigue siendo controlada por un solo hombre que, ahora, ha decidido que su hijo tiene que aprender español y conocer de cerca cómo funcionan las filiales sudamericanas, para ir preparándose para cuando le toque dirigir la multinacional. El chico no habla una palabra de español y, al parecer, es bastante apocado. El director de la filial caraqueña, nos ha pedido que busquemos a alguien que lo relacione con gente joven de la ciudad y le ayude a aprender la lengua. Tú eres el único de nosotros que, por tu edad y por ser soltero, está en condiciones de hacerlo. Reconocemos que es abusivo, porque vas a tener gastos; pero no te preocupes; la empresa te asignará una dieta importante durante seis meses. ¿Algún problema?
Salvo el temor a meter la pata al relacionarse con alguien que no sabía cómo le iba a caer, no tenía ningún problema, todo lo contrario. Había entrado en la sala de juntas preparado para un despido, y se encontraba con un aumento de ingresos para los próximos meses.
-De acuerdo. ¿Cuándo lo conoceré?
-Mañana. Adelanta hoy el trabajo que puedas, porque mañana, que es viernes, tendrás el día libre. Ve pensando cómo organizar el fin de semana.


Sentado en el pequeño despacho, Roberto revisó de nuevo la agenda. La mayoría de los abultados "briefings" que llegaban a su mesa tenían un rótulo con la palabra "urgente", enormes sobres llenos de datos sobre las campañas que tenía que crear. Esas urgencias habían sido postergadas para después del fin de semana por el departamento de tráfico, respondiendo a una orden expresa de la presidencia. Efectivamente, no tenía nada que hacer el viernes, pero el trabajo de un creador permanece en su mente también en las horas libres; la postergación no iba a servir para liberarle verdaderamente las siguientes setenta y dos horas, con la agravante de tener que guiar a un desconocido que no hablaba español y a quien le habían prohibido hablarle en inglés. Sombrío panorama.
Echó a un lado la agenda. También le preocupaba no cumplir el encargo tal como se esperaba de él, puesto que la mayoría de sus amigos se movían en los ambientes gays, donde no podía correr el riesgo de introducir al joven Buchanan. ¿Qué iba a hacer con él? Su trabajo habitual exigía imaginación, pero ante este encargo de ahora se sentía sin ideas. Sonó el teléfono.
-Roberto, ha llegado el gringo -le informó la recepcionista-. Me han dicho en presidencia que te ocupes de él. Te lo mando para allá.
La muchacha hablaba con un tono que sonaba burlón y le pareció oír una risita en el momento de colgar, por lo que se dispuso para lo peor. Llamó a la puerta un minuto más tarde; Russel Buchanan carecía de edad; lo mismo podía tener veinte como treinta. El pelo rubio, liso como si se lo hubieran planchado y almidonado, caía en cascada a ambos lados de la sienes hasta taparle un tercio de la cara por ambos lados. Pero no era esa cortina de pelo descolorido lo más sobresaliente, sino las gafas de aros con cristales tan gruesos que, actuando como lupas, apenas permitían verle los ojos. En vez de sonreír, sus labios parecían crispados por el dolor de una úlcera de estómago.
Roberto le ofreció la mano, que el norteamericano estrechó con fuerza inesperada, como si estuviera muy asustado y necesitase un asidero.
-Vamos- le dijo en español y, al recordar que no le entendía, estuvo tentado de hablarle en ingles, pero se contuvo a tiempo y señaló con la mano la salida.
Para acabar de ensombrecer su ánimo, hicieron el recorrido por los pasillos de la agencia entre disimuladas sonrisas de burla. Roberto era consciente de que sus compañeros le compadecían. Cuando iban a salir del edificio, entraba Jota Fischer, el director de arte austríaco a quien había sustituido.
-Hola, Roberto -le saludó-. Me alegra encontrarte, porque venía pensando en cómo hablar contigo sin que lo supieran en la empresa. Voy a recoger unos cheques que no había podido venir a buscar antes. Saldré en pocos minutos. ¿Por qué no me esperas en la cafetería?
La cita le dio a Roberto una moratoria para abordar el fin de semana que no sabía cómo organizar. Russel Buchanan le miraba con la misma distante y misteriosa expresión de miedo, un miedo, o recelo, impropio del heredero de una fortuna que debía de sumar centenares de millones de dólares, alguien que, por lógica, debía ser un gringo frío y dominante, seguro, avasallador, acostumbrado a que cualquier subordinado tan poco importante como Roberto Serfaty le hiciera reverencias. Resultaba muy poco agraciado tras la cortina entreabierta de la melena y los ojos minimizados por el cristal de las gafas. Todavía no le había sonreído en ningún momento, a pesar de que Roberto le dirigía sonrisas constantes tratando de romper el hielo; el desaliento creciente le hizo temer que iba a pasarlo muy mal los próximos seis meses.

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