jueves, 9 de octubre de 2008

¿ES UNA MAFIA LA INDUSTRIA EDITORIAL?


Desde que me hicieron comprender, el pasado abril, que la editora de mis cuatro últimas novelas lleva cinco años estafándome, no han parado de suceder hechos que me están convenciendo día a día de que no hay ley que la industria editorial española cumpla. Todo sugiere el funcionamiento de un gremio cerrado, con normas secretas y listas negras, en régimen de acuerdos bajo cuerda para no respetar las normas ni las leyes.

EN PRINCIPIO, cuando reclamé a la editora el pago de mis derechos autor de cinco años según los contratos (sólo me ha pagado un tercio de lo que debería), tuve dos “contactos” inesperados. Dos periodistas que había conocido sólo a través de ella y que nunca había vuelto a ver, me llamaron inesperadamente para disuadirme de mi pretensión de cobrar lo mío, describiéndome los “grandísimos males” que podían ocurrirme en el caso de insistir en cobrar. Uno de ellos, llegó a amenazarme de que no publicaría mi decimosegunda novela.

A CONTINUACIÓN, comencé a sufrir extraños acosos en todas partes y medios.

He sido emigrante y viví largos años de algunas de las ciudades más peligrosas del mundo. NO TENGO MIEDO, ni poseo una situación acomodada que defender, puesto que la editora me ha dejado en la ruina más miserable. Por lo tanto, ni las amenazas ni el acoso me disuadieron de mi intento de que se me haga justicia. Nada puede disuadirme, porque no tengo nada. El que no tiene nada, nada tiene que perder. Y si me matan, ya no sufriría más la agonía en que esa editora sin escrúpulos me ha hundido.

DURANTE EL TIEMPO DE LOS ACOSOS (que toda vía no estoy seguro de que hayan acabado), dado que he sido periodista gran parte de mi vida, algunos medios de información comenzaron a tomar en consideración mi lucha. Un locutor decente llegó a entrevistarme un viernes (lo que ocasionó una miríada de llamadas y mails de escritores que han sufrido también estafa); asimismo, me entrevistó un periódico diario, pero no llegó a publicarse la entrevista. La implacable maquinaria de censura y represión editorial se puso en marcha, y tanto la emisora (Punto Radio), como el periódico (Qué), censuraron cuanto se estaba preparando en relación con mi tragedia.

AHORA, seis meses después del descubrimiento, como ustedes puede suponer me encuentro más allá del límite de mis fuerzas. Sin embargo, estoy entrenándome para realizar muy pronto una penosa marcha en reivindicación de mis derechos y el de todos los escritores españoles.

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