Al advertir por casualidad lo que ha estado pasando con mis libros y cómo se han lucrado con ellos personas que no soy yo, me asalta la pregunta de quién podrá vivir de sus libros en España. Aunque resulte inmodesto decirlo, pocos pueden jactarse entre nosotros de tener once libros publicados. Con un premio literario y dos accésit incluidos. Pero si con todos pasa igual, como me informa el clamor que me llega de gente informada en Barcelona, la primera pregunta es: ¿Pasará igual con Arturo Pérez Reverte, Antonio Gala y otros así?
La segunda pregunta, de mucho mayor calado, es: ¿Puede volver a pesar en el mundo la literatura española si nuestras editoriales actúan todas igual que las dos que me han estafado?
Parece evidente que si un escritor no puede vivir de su trabajo, no podrá dedicarse a él del modo que un creador debe hacerlo. Si las editoriales esperan que sus autores sean personas que atienden cátedras, despachos o televisiones durante el día y sólo escriben de vez en cuando, de noche, en horas robadas al descanso, ¿qué clase de literatura podemos aspirar a tener?
¿Es éste el motivo de que no haya autores españoles en las listas de verdaderos best-sellers ni en las carteleras de teatro?
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