Bajo esa muy pleonásmica ley de "memoria histórica", el presidente de la diputación de Málaga está impulsando la "repatriación" desde Buenos Aires de los restos de Miguel de Molina. Sin cantar bien, Miguel de Molina fue un innovador tan poderoso en su tiempo, que produjo un impulso internacional muy extenso para la copla andaluza.
Se expatrió porque uno intolerantes franquistas muy bobos y crueles le dieron una paliza, hacia 1942, por ser homosexual; sencillamente. Precisamente ese exilio y sus razones fue lo que le dio el visado para un extraño cine folclórico-hollywoodense de coreografías y coros, imposibles en la copla.
Durante mi propio exilio en Buenos Aires, como malagueño informado rondé su casa muchos días y acabé siendo recibido en una brevísima e incómoda visita. No sentía la menor nostalgia de España ni de Málaga. España era un recuerdo muy desagradable y Málaga era casi una sombra triste de su pasado. Sí trataba muy afectuosamente a los artistas españoles que iban a verlo y dicen que una vez regaló un brillante a Juan Manuel Serrat. La verdad, me cuesta imaginar que Miguel de Molina quisiera -ni remotamente- ser enterrado en Málaga para siempre.
Pero ya que van a traerlo, ¿Por qué no tratan de indagar qué pudo pasar con el cuerpo de Calderón de la Barca, cuya tumba fue asaltada y expoliada por los sovietsocialistas durante la Guerra Civil?
viernes, 18 de enero de 2008
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