Recién salidos de la dictadura y aprendiendo a ser demócratas, nos llamábamos progresistas. Todo era cuestionable; transgredir era nuestra principal afición.
Pronto, algunos nos dimos cuenta de cuántos falsarios se habían colado en una actitud filosófica que buscaba en esencia honestidad y pureza; casi desde el comienzo, esa idea se desvirtuó y lo que persistió bajo la vitola de "progresismo" fue la incultura disparatada que para no molestarse en el arduo esfuerzo de aprender, disfrazaba de "progresista" su incapacidad.
Hoy, nada es más antiguo, rancio e incapaz que el PROGRESISMO.
Los intereses políticos de unos cuantos, usando la palabra como arma excluyente, extendieron la idea de que era progresista eliminar la disciplina en el estudio, el respeto a los padres, la cultura de esfuerzo y el orden. Así, nos han llevado al último puesto de Europa en calidad de enseñanza. Así, nos han conducido a maestros agredidos por mocosos medio retrasados mentales. Así, algunas consideraron que era lícito y moderno robar en los almacenes. Así, cientos de funcionarios entendieron que era progresista enriquecerse a costa del pueblo. Así, nos llevan al desmontaje de un estado milenario. Así vamos ¿A DÓNDE?:
La guerra al estilo de Largo Caballero nos acecha.
ABOMINO DEL PROGRESISMO.
jueves, 17 de enero de 2008
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